AGOSTO 2021
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RELATO DEL LIBRO EFECTOS PERSONALES "MI PRIMERA VEZ" por LOLA GUTIÉRREZ
Os presentamos el relato de Lola Gutiérrez que nos ha inspirado en este primer lanzamiento de la revista. Ella nos envió este relato y de ahí la idea de "Mi primera Vez"
MI PRIMERA VEZ
Para
todo hay una primera vez en la vida, todos recordamos con cariño a esa primera
amiga, ese primer libro, la primera
película, el primer beso, el primer abrazo, el primer cigarro; esas primeras
cosas nunca se olvidan. La ilusión de calzarte los primeros tacones de aguja…
¿Cómo olvidar el primer vestido? La ropa es algo a tener muy en cuenta, sobre todo, para las mujeres que tenemos
hermanas mayores. Recuerdo perfectamente ese primer vestido, la ilusión de
estrenarlo, de elegirlo por mí misma. Al ser la pequeña, cargué muchos años con
las ropas de las demás, resalto “demás,” porque, más allá de tener hermanas,
también tengo primas. Cuando íbamos de compras, mis hermanas eran las que
siempre elegían. Yo carecía de voz ni de voto, por eso nunca quería
acompañarlas. Iba de tiendas a la fuerza, con mala cara. Se podía decir que me
dedicaba a observar con el ceño fruncido su mal gusto imperando en el mío. Entonces
no sabía lo que era un gerundio, pero si llevaba al dedillo los cuadros
escoceses y las rayas.
—Esas ropas son horribles— me quejaba
sin parar.
—Tú te callas— advertía mi madre.
—Pero si son feísimas— volvía a
protestar.
— ¿Te quieres callar?— Esta última
advertencia siempre iba acompañada de un pellizco por lo bajini.
— Eligen
ellas, ¿entiendes?— recalcaba mi madre— No sé por qué te metes dónde no te
llaman.
Recuerdo
la ilusión que me hizo saborear mi
primer refresco. Descubrir esa bebida anaranjada con burbujas me encantó. Por
entonces yo tendría cinco años. Regresábamos de visitar a mi abuela. Mi hermana
Ana me acompañaba o yo a ella, no sabría decirlo, las dos éramos unas crías;
Ana apenas me saca seis años a mí. Ir a casa de los abuelos era una obligación,
cualquiera de nosotros servía para hacerles los recados, además de compañía. Pues
bien, de regreso a nuestra casa, mi hermana, tan responsable, miró a ambos
lados y agarró mi mano, como de costumbre, para cruzar de una acera a la otra. Atravesábamos
la calle del Carmen en un santiamén. De pasada, casi de casualidad, vi un cromo
en mitad del asfalto.
Una
vez que hubimos llegado a la acera, mi hermana soltó mi mano y yo aproveché
para darme la vuelta. Quería ese cromo a toda costa. Al instante, un frenazo
arremolinó a un montón de gente a mí alrededor. A mi no me importaban los
coches; simplemente me agaché a recoger la estampa que había llamado mi
atención al pasar. El vehículo paró
forzosamente a tres milímetros de mí cuerpo. Recuerdo la cara de angustia del
pobre conductor, su preocupación, el miedo de mi hermana, y eso que el coche ni
siquiera me había rozado. Se oyó más de un suspiro cuando comprobaron que yo
estaba bien; por suerte no había sufrido ni un solo rasguño. Más tranquilo, y
para premiar su buena suerte, el hombre entró a la bodega para comprarme un
refresco bien frío que puso entre mis manos. Nunca olvidaré esa primera Mirinda,
su agradable sabor. Nunca olvidaré el establecimiento por dónde salió esa botella
que me hizo tan feliz. “La bodega de Nicolás” ese primer cartel fue una de esas cosas que yo retuve en mi
memoria cuando aprendí a leer. De camino a casa, compartía con mi hermana la
bebida: chupón ella, doble chupón yo, que para eso me la habían dado a mí.
— Mañana venimos otra vez— solté,
cuando apuré la bebida— Con suerte nos atropella otro coche a cualquiera de las
dos y nos dan otra Mirinda.
Recuerdo
la mirada asesina que me echó mi hermana. También recuerdo lo mucho que
insistía en ocultar el incidente sobre el coche. La de veces que recalcó que
mis padres no debían enterarse de nada. Claro está, yo tenía cinco años y me
apetecía más contar que había probado una Mirinda que ocultarlo. Recuerdo muy
bien que esa noche mi hermana se acostó caliente, La pobre tomó jarabe extra de
suela de zapatilla.
Hay
tantas cosas hermosas que fueron por primera vez en mi vida, Mi primera vez... Cierro los ojos, y un delicioso aroma a Navidad me
llena los pulmones. La primera navidad que recuerdo trae a mi memoria el dulce
olor a los rollos, las tortas escardás y los mantecaos. Recuerdo la sonrisa de mi madre y el olor a Heno de
Pravia que había sobre su trozo de almohada. Recuerdo los interminables te quiero
de mi padre, mezclados con el olor a tabaco de su pipa.
Lola Gutiérrez.
Libro: Efectos
personales.
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Comentarios
Gracias x llevarnos de nuevo a la niñez y hacernos recordar nuestras primeras veces.
ResponderEliminarGracias a ti por comentarlo.
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