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AGOSTO 2021

YO GALENO, (SEGUNDA PARTE) POR LOLA GUTIERREZ

Manuel Torres Garcia Después de matar a Rafael Tello, el asesino de  Isabe l, me sentí satisfecho, reconfortado. Decidí seguir con mi vida en este pueblo en el que podía pasar totalmente desapercibido. Después de cargarme a Tello nunca pensé continuar, pero a veces el universo pone frente a uno situaciones donde no solo los árboles bonitos y derechos se alzan orgullosos. Desgraciadamente, hay miles de plantas torcidas que no merecen haber brotado. Ocurrió semanas más tarde. Una pelea de chicos hizo que cambiara de opinión. Tres adolescentes golpeaban a otro compañero, al tiempo que se burlaban de su físico. Los comentarios eran detestables, hirientes. El gordito se zafó como pudo, magullado, y echó a correr para refugiarse en un jardín vecino, ametrallado por las burlas y las risas de sus atacantes. Sentí tanta ira como pena. Tenía que poner fin a semejante atropello. Aquel trío de chulos, prototipo de delincuentes, merecía una lección. Comencé a seguirlos. Me había hecho un experto ob

LA PRIMERA VEZ QUE EMPECÉ A TRABAJAR MI AUTOESTIMA POR MIHAELA BUCUR

 





Soy psicóloga clínica y en mi consultorio vienen muchas personas con diferentes problemas, comenzando desde la un estado leve de inquietud, hasta graves trastornos clínicos. Hoy te voy a contar una de las historias que me pareció desveladora y quizás te puede ayudar en algún momento de tu vida.

Se trata de una paciente que la vamos a llamar Ángela (nombre ficticio) cual vino con problemas de relacionarse, se sentía inútil e incompetente deseando hacer las cosas perfectas para agradar a los demás. No le importaba mucho ella, sino le gustaba ayudar a los demás, aunque a veces no sabía ni cómo hacerlo, ni tenía tiempo o ganas, pero para ella era importante ayudar a los demás, bajo cualquier circunstancia. Si no lo hacía, pensaba y sentía que está defraudando a los demás.

Hemos descubierto la primera hipótesis: baja autoestima. Se quedó pensativa porque le costaba prestarse atención a ella misma, no entendía la importancia de pensar en ella, cuando lo importante son los demás.

Y poco a poco comenzamos a trabajar la parte cognitiva: pensamientos, ideas, creencias y valores; la parte conductual: lo que hacía y la parte afectiva: lo que sentía, el valor que daba a las situaciones, cosas y personas y a ella misma.

Después de varias sesiones, su perspectiva de ver las cosas cambió y comenzó hablar libremente sobre ella y su gran descubrimiento: su autoestima.

"La primera vez que comencé a trabajar mi autoestima, me pareció raro y no le veía el sentido e incluso me parecía difícil hacerlo. Pero poco a poco, llegué a sentirme útil atendiéndome a mí misma, sentir que soy competente, que valgo mucho y tengo mis valores sobre cuales ni había pensado. 

Photo by Toa Heftiba on Unsplash


Me costó hablar sobre mí, la parte más profunda, sobre mis sentimientos porque no sentía nada sobre mí, no me había parado a pensar que soy importante. Me di cuenta que no sabía amarme. Me di cuenta que no sabía cómo respetarme. Lo más que me costó fue confiar en mí misma. Descubrí que tenía creencias limitantes sobre mí misma, crecí con ellas y llegue a creérmelos, interiorizarlas de tal manera que ya hacia parte de mí. Mi frase preferida era: “así soy yo.” 

Pero entendí que yo no nací así. Entendí que la educación desde la infancia y adolescencia incluía también creencias limitantes que me hacían desvalorarme, no aceptarme y desconfiar de mí misma. Tenía unas heridas emocionales cuales las había tapado con mucho cuidado para que nadie las observara. Había aprendido a vivir con ellas, y me volví una experta en esconderlas. Y desde allí, desde su escondite, me dirigían la vida, inconscientemente.

Cuando entendí mis derechos como persona, fue una explosión interna. El derecho de decir “no”, el derecho de elegir qué quiero hacer, el derecho de expresar mis opiniones aunque son diferentes a los demás, el derecho de ser feliz y disfrutar, fueron reveladores. Entendí e integré mis valores, cambié creencias, las cuales me limitaban, me creaban sentimientos de miedo, vergüenza y culpa. Siento que he vuelto a renacer. Ahora soy consciente de mis virtudes y mis defectos, la percepción sobre mí misma cambió.

Ahora sé que tengo alta autoestima porque amo a la vida, pienso antes de hablar y actuar, soy responsable, me defiendo sin agredir, controlo mi agresividad e instintos, sé adaptarme, soy comprensiva, me siento bien conmigo misma, acepto mis errores y aprendo de ellos, ya no me castigo; me respeto, me valoro y confío en mi misma.”

Querido lector, espero que si algo resuena en ti, entiendas que hay soluciones.

Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento.”
(Eleanor Roosevelt)











Mihaela Bucur

Psicóloga Clínica

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