“El hombre se crea hombre gracias a la crisisy su historia transcurre entre crisis y resolución,
entre ruptura y sutura”.
René Kaés. (Crisis, ruptura y superación).
Las crisis forman parte de nuestras vidas. Son inherentes al vivir.
Las Crisis vitales podemos clasificarlas en: crisis SITUACIONALES y crisis EVOLUTIVAS.
Las crisis evolutivas están ligadas a las etapas del desarrollo físico y psíquico: Infancia, adolescencia, adultez, vejez.
Nos enfocaremos en las crisis situacionales, desencadenadas por eventos traumáticos: muertes, pérdida laboral, separaciones, emigración, desengaños, accidentes, catástrofes, pandemias, etc. Son situaciones vitales estresantes, del orden de lo inesperado, que determinan una ruptura con lo conocido, naturalizado y nos ponen de cara a un replanteo de nuestra vida.
Las certezas que nos sostenían se derrumban. Se presentan como un quiebre, una ruptura que nos sumerge en la incertidumbre y la vivencia de caos. Son más que un cambio.
Implican un punto de inflexión en nuestra vida, un antes y un después.
Nos enfrentan al manejo de estrategias novedosas de abordaje, que no sabemos si serán efectivas. Nos revuelcan en el vértigo del torbellino y nos arrancan fuera de la zona de confort, de nuestros hábitos, de lo conocido y nos obligan a redefinir prioridades.
Nuestras estrategias de afrontamiento habituales ya no funcionan. Aparece una desorganización que se caracteriza por la incapacidad para utilizar estrategias de afrontamiento y defensas psíquicas, de la forma en la que solíamos hacerlo.
Transitar una crisis implica un proceso de adaptación - acomodación y está teñido por la percepción e interpretación que tenemos del acontecimiento.
¿Qué debemos tener en cuenta al transitar una crisis o si alguien que conocemos está transitando una?
En primer lugar, reconocer las emociones y sensaciones que nos inundan: Angustia, miedo, incertidumbre, desborde, desesperación, vivencia de haber caído en un pozo sin salida, de perdida de control, salto al vacío, tendencia al aislamiento.
La crisis es un espacio transicional y que tiene un fin, aunque en los primeros momentos no visualicemos un futuro con certezas. Ver a quiénes más salpicó el estallido, sobre todo a los niños.
Observar cómo afecta nuestras conductas basales: sueño, alimentación, cuidado personal. También, evaluar la capacidad de trabajo, síntomas de estrés postraumático y si aparecen ideas de muerte.
Es importante buscar ayuda y sostén en nuestras redes, en profesionales de la salud y en aquello que nos pueda brindar seguridad. Toda crisis es un proceso, por lo cual se va transitando por distintas etapas.
Al comienzo el impacto o shock, seguido por un estado en el que se tiende a negar lo sucedido, luego la vivencia de derrumbe, el pensar repetitivo sobre lo acontecido, la angustia, así se va construyendo la fase elaborativa, con la integración y aceptación de lo ocurrido y reorganización progresiva de la vida.
Las primeras semanas constituyen una fase aguda y el proceso suele desarrollarse por aproximadamente 6 meses o más, camino a la recomposición total, dependiendo de la intensidad de la situación vital estresante y la fortaleza de la persona.
Las crisis nos ofrecen la posibilidad de percibirnos y percibir el mundo desde una perspectiva diferente. Nos abren luz sobre realidades que nunca habíamos registrado.
Según la cultura china, las crisis, nos presentan sus dos caras:
Peligro y oportunidad.
Muerte y renacimiento.
Por lo cual, nos dan la OPORTUNIDAD de crecimiento personal, de aprendizaje. Son intensas y transformadoras. De cómo transitemos y resolvamos la crisis, depende de cuán fortalecidos saldremos de ellas.
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Sara Echeverría Licenciada en Psicología |
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