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AGOSTO 2021

YO GALENO, (SEGUNDA PARTE) POR LOLA GUTIERREZ

Manuel Torres Garcia Después de matar a Rafael Tello, el asesino de  Isabe l, me sentí satisfecho, reconfortado. Decidí seguir con mi vida en este pueblo en el que podía pasar totalmente desapercibido. Después de cargarme a Tello nunca pensé continuar, pero a veces el universo pone frente a uno situaciones donde no solo los árboles bonitos y derechos se alzan orgullosos. Desgraciadamente, hay miles de plantas torcidas que no merecen haber brotado. Ocurrió semanas más tarde. Una pelea de chicos hizo que cambiara de opinión. Tres adolescentes golpeaban a otro compañero, al tiempo que se burlaban de su físico. Los comentarios eran detestables, hirientes. El gordito se zafó como pudo, magullado, y echó a correr para refugiarse en un jardín vecino, ametrallado por las burlas y las risas de sus atacantes. Sentí tanta ira como pena. Tenía que poner fin a semejante atropello. Aquel trío de chulos, prototipo de delincuentes, merecía una lección. Comencé a seguirlos. Me había hecho un experto ob

EMPIEZA EL COLE ¡YUPIII! ¿O NO? POR LAURA MÁRQUEZ

 

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Llega septiembre y empieza el cole. Así es. Algunos empezarán con ganas e ilusión (más por ver a los amigos que por otra cosa, dicho sea) pero la gran mayoría temen este mes porque se acabó lo que se daba. 

Y ahora, vuelta a ese lugar donde “me hacen aprender cosas nuevas” pero… 

¿No te parece extraña esa reacción? 

¿ Que los niños y niñas de nuestro sistema educativo no les guste ir a un lugar donde hay más niños y niñas, donde hay adultos que les acompañan y están a su lado apoyándoles, donde disponen de espacios bonitos y abiertos para jugar y donde verán saciada su innata curiosidad?

Pues NO

No nos sorprende que no les guste el cole porque es lo normal 
¿¿Cómo?? ¿Qué es normal? 

A veces lo que tenemos como normalidad, visto desde otra perspectiva, es… alucinante. Sin más. Y a mí, no deja de sorprenderme que nuestro sistema educativo (con todos los profesionales que abarca y todas las mentes brillantes que trabajan en él) no haya sido capaz de crear una escuela que guste a los niños, ¿qué digo guste?, que ENCANTE a los niños y niñas de este país.

Pero no. No están por esa labor. Así de sencillo. 

Están por otros asuntos, como que se cumplan unos objetivos que desgraciadamente son incompatibles con el disfrute, el gozo y la alegría (que según los neurólogos son la base que necesita nuestro cerebro para aprender). 

Pero claro, cuando los objetivos que persigue nuestro sistema educativo (estos señores tan ilustres que deciden desde despachos sin haber tenido contacto real con los niños y niñas de nuestras aulas) son los mismos objetivos que perseguía la escuela del siglo XVIII, lo entiendes todo. Y es que en el siglo XVIII, en plena Revolución Industrial, los objetivos curriculares de cualquier escuela eran tres: obediencia, disciplina y jerarquía. 


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Tengamos en cuenta que hablamos de una época en la que la población era fácilmente influenciable y manipulable. Los fines de la educación de entonces eran los fines de los capataces de aquellas industrias que empezaban a arrancar. Y bajo el lema “una educación para todos”, e izando la bandera de la igualdad, llevaron las escuelas a todas las ciudades industrializadas. 

Sin embargo, la prioridad no fue nunca crear mentes libres y críticas, sino “educar” a niños obedientes y disciplinados porque lo que querían eran trabajadores obedientes y disciplinados en el futuro. 

Ese sistema industrial, y económico, sigue evolucionando y cambiando a medida que las décadas pasan. 

Pero ¿y nuestras escuelas? ¿Ellas no evolucionan? No. Apenas tres cambios curriculares de materias para hacerle un lavado de cara y... nada más. 

Y entonces ¿Cuáles son los objetivos de la educación de hoy? 


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Desafortunadamente, la educación sigue siendo una herramienta para formar trabajadores útiles para el sistema y una herramienta útil para que la cultura permanezca igual y se mantenga la estructura de la sociedad igual. 

El famoso status quo

Priorizando el cumplimiento de las reglas, los alumnos se convierten poco a poco en un número, en una nota, en una estadística. Hemos convertido nuestras clases en colectivos homogéneos (todo igual, todos lo mismo): niños homogéneos, clases homogéneas, contenido homogéneo. Todos deben saber lo mismo y cuando el sistema lo decide

No importa lo que piensa el niño o la niña, ni importa si está preparado madurativamente para entender ese concepto académico, mucho menos para aprenderlo, y no importa si su curiosidad le lleva a querer aprender ese tema o está en otros asuntos. 

Qué pena no tener en cuenta a los niños y niñas, a su curiosidad (tan importante y que a menudo “eliminamos”) o a su momento vital. El camino del aprendizaje sería mucho más exitoso si todas estas variables se tuvieran en cuenta. 

No existiría el concepto “fracaso escolar” porque con las ganas del alumno y la profesionalidad del maestro no hay aprendizaje que se resista. 

Pero para eso no hay tiempo. 

Hay muchos temas de medio natural que “aprender” y muchas operaciones matemáticas que memorizar. 

Empezamos el cole…






Laura Márquez
Profesora y creadora @escolabosc




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