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AGOSTO 2021

YO GALENO, (SEGUNDA PARTE) POR LOLA GUTIERREZ

Manuel Torres Garcia Después de matar a Rafael Tello, el asesino de  Isabe l, me sentí satisfecho, reconfortado. Decidí seguir con mi vida en este pueblo en el que podía pasar totalmente desapercibido. Después de cargarme a Tello nunca pensé continuar, pero a veces el universo pone frente a uno situaciones donde no solo los árboles bonitos y derechos se alzan orgullosos. Desgraciadamente, hay miles de plantas torcidas que no merecen haber brotado. Ocurrió semanas más tarde. Una pelea de chicos hizo que cambiara de opinión. Tres adolescentes golpeaban a otro compañero, al tiempo que se burlaban de su físico. Los comentarios eran detestables, hirientes. El gordito se zafó como pudo, magullado, y echó a correr para refugiarse en un jardín vecino, ametrallado por las burlas y las risas de sus atacantes. Sentí tanta ira como pena. Tenía que poner fin a semejante atropello. Aquel trío de chulos, prototipo de delincuentes, merecía una lección. Comencé a seguirlos. Me había hecho un experto ob

RECUPERAR UNA VIDA, POR LOLA GUTIÉRREZ

 



Navegando en viejos diarios encuentro esta historia que me hace plantearme la crueldad. La protagonista se llama Eleuteria Carrasco, una chica de Málaga poco valorada, humillada y nada querida por sus propios padres. Me ha entristecido su historia, me ha descorazonado el periodista, su forma de entrevistar a la muchacha. La narración está contada en primera persona, el periodista cede la voz de la historia a la propia entrevistada.
Opino que, un periodista es una persona que les cuenta a las personas lo que le pasa a otras personas. No veo la necesidad de mofa o de crueldad al construir la historia ¿De verdad vale todo para captar el interés de los lectores?
En la mayoría de las noticias hay mezquindad, dureza, despropósito. Ayer, hoy y siempre. La vida de Eleuteria merece ser contada, por supuesto, pero que distinta hubiera sido la entrevista, si el reportero la hubiese endulzado
con amor y respeto.

La historia de la sirvienta pintora de vanguardia.

Eleuteria Carrasco, pintora de “Vanguardia” es una muchachita bastante fea. Tiene la cara larga, los dientes desunidos, barbilla agresiva, ojos pequeños, como lámparas a media luz, y la frente estrecha y llena de surcos, igual que uno de esos caminos hechos a la buena de dios por todos los que se atreven a salir de carreteras. De niña, su familia y conocidos, llamábanla “fea,” y rara vez, con leve dejo de cariño “xeita”
En Málaga, donde nació, no supieron llamarla de otro modo.


—Oye, ¡"fea"!—gritaba mi padre, al amanecer—. A ver si te levantas, para hacerme el desayuno...

Y a eso de las ocho de la mañana, mi madre, me gritaba desde la puerta sin puerta de la cocina: — ¡"Fea"!... Date prisa, que tienes que ayudarme a amasar...
Y a las nueve; — Pero ¡"fea"! ¿Tienes o no, un poco de vergüenza?
¡Media mañana y todavía no le has pasado la escoba a! corredor - Y a las diez: — ¡"Fea" del diablo! ¡Haragana!.
Y a las once, mi padre, de vuelta de trabajar en el campo, sudado como un buey: — ¡"Fea"!... a ver si me das algo de comer para entretener las tripas...
— ¡"Fea"! en casa y ¡"fea"! en casa ajena, llegué a olvidar mi nombre de pila—añade, tristemente.

La ¡"fea"! fue, poco a poco, acobardándose. A fuerza de gritos, todo le infundía miedo, temor pueril, un acoquinamiento tembloroso, — ¡Termina pronto, "fea", que se te va a venir la noche antes de que concluyas! —le gritaba la madre. Y ella, encorvada sobre un lavadero, lleno de trapos sucios y de agua obscura, coronada de espuma de jabón, miraba el horizonte y toda la ropa que aún le faltaba lavar y tender, y lloraba de miedo, de miedo de que cerrara la noche antes de que sus manos flojas pudieran dar término a la tarea. Alguna vez, el padre, decía en voz baja: — ¡Pobre muchacha! ¿Qué va a hacer cuando nosotros le faltemos ?... ¿Quién me la va a querer, a la pobrecita, con esa cara y con ese cuerpo?...

Necesitó sentirse morir para acordarse de que a su hija la habían bautizado y puesto un nombre cristiano.

—Una mañana—dice la sirvientita—, ataba al carro los dos caballos, cuando a uno de ellos, al "Sucio", se le ocurrió dar .salida al mal humor. El "Sucio no quiso dejarse atar, y mi padre comenzó a castigarlo con un palo. El "Sucio", no se conformó, como otras veces, y coceó contra el pecho de mi padre... Cuando lo alzamos, para llevarlo a la cama, echaba sangre por la boca. Mientras unos iban a buscar al curandero, y mi madre preparaba emplastos en la cocina, yo me quedé a su lado, temblando de miedo y llorando. Fué entonces, cuando le oí, por vez primera mi nombre: —Eleuteria... agua...
-Salí corriendo. Cuando regresé, con un jarro lleno, había dejado de penar...

Desaparecido el padre, la casa comenzó a hacer agua, como una barca vieja donde no hay quien achique. Al año. Poco más o menos, enterraron, también, a la madre, harta de dar alaridos...
¿Dónde fue a parar la "fea", con esa carita de animalito asustado? -Le escribí a unos primos que tengo en Barcelona, diciéndoles que, si me traían aquí, haría las faenas de la casa, tan sólo por la comida.
¿Sabía usted escribir?

—Me había enseñado un poco la señora Emilia, una hermana de mi padre, que pesaba más de quince arrobas y que, como era sorda, chillaba, a más no poder, como todos los sordos.
-¿Sus primos; contestaron a su carta?
—Y me mandaron "los dineros" para el viaje. Yo lo hago todo en
la casa, y ellos me dan siete duros al mes, la comida y me visten. De los siete duros, cinco, son para la Academia de Dibujo y Pintura, a donde voy una hora todas las tardes; con los otros dos, me compro alguna cosilla, papel y lápices...

Al mes de estar en Barcelona, la "fea", ya no era tan fea. Un poquito más de carne sobre sus huesos, un poquito más de tranquilidad sobre su espíritu, obraron el milagro.

— ¿Cómo nació en usted el deseo de pintar?
—Yo no lo sé... Allá, en Málaga, cuando podía, dibujaba, en el blanco de los periódicos, las caras de los vecinos, los animales que veía y todo lo «que me pasaba por la cabeza...

Después, en Barcelona, para entretener a los hijos de mis primos, dibujé más cosas. Un día, le "saqué" tan bien la cara a uno de ellos, que mis primos se quedaron "pasmados". Empezaron a decir que yo era pintora y ya me sentaron a la mesa. Compré papel, goma de borrar y lápices, sin pensar en nada más que en el trabajo y en dibujar muchos muñecos. Los primos fueron los que quisieron que yo aprendiese en una Academia... Los primeros días, ¡pasé tanta vergüenza! Un señorito, que sabe mucho de pintar, que también va allí, me ofreció un libro para leer. Al principio, no lo entendía bien, pero, luego, me gustó mucho.

ELEUTERIA PINTA POR INTUICIÓN

—El profesor no felicita a nadie, y a mi dice que debe dejárseme hacer, porque yo lo hago todo por "intuición". Cuando le oí esto, me eché a llorar. Pensé que era algo malo. Llamándome "feita", fue él mismo quien me enseñó que es eso de la "intuición".

—Y, ¿qué piensa hacer cuando haya pintado cuadros de verdad?
—Una exposición.
—Entonces, ¿va a dedicarse a la pintura, definitivamente?
—Ya me dijeron, en la Academia, que se pueden ganar muchos
"dineros" "sacando" retratos, pero yo no debo soñar con eso... Aunque "saque" retratos, seré, siempre, la sirvienta de mis primos. 


Firma el artículo: JOSÉ D.

BENAVIDES. Revista Estampa.



¿Qué fue de Eleuteria? Mucho me temo que la familia le sacó el pringue.
Ojalá se cruzara en su camino alguna persona decente, alguien que supiera valorar a la chica, a ese gran genio que llevaba dentro. De mi parte, seguiré buscando sus cuadros, su arte, seguiré escarbando entre viejos diarios para saber qué fue de su vida. Llamar a alguien gordo no te hace más delgado, llamar a alguien tonto no te hace más listo y llamar a alguien feo no te hace más guapo. Insultar, humillar, no te hace más fuerte, ni siquiera libre, te hace más ruin y pequeño.










Lola Gutiérrez.
Escritora Novelista
@lolagutierrezsanchez

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